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Student essay, Mexico City (Spanish)

by Rocío Antúnez

Es un recuerdo tan nítido y tan próximo la fantasía que me hacía acerca de la llegada de mi madre. Imaginaba que detrás de la cadena de montañas que cubría al pueblo, ella se preparaba para reencontrarse con mi hermano y conmigo. Bajaría entre las veredas, robusta e imponente. Acompañada de un fresco amanecer su ancha risa revelaría sus ojos de tuza y mientras en uno de sus bolsillos aprieta una piedra y en la otra sostiene una bolsa de pan Juchitán sus pulmones se llenarían de neblina y enunciaría mi alegría: ¡nkëtäkyë! Los pájaros escaparían murmurando entre los pilares de maíz y subirían al centro del pueblo logrando divisar nubes de humo, ritual que todas las mañanas evidencia las casas que están deshabitadas. Despeinados, como suelen estar los pájaros, acabarían con mi destiempo al postrarse sobre el árbol de campanas de nuestro patio.

Después de treinta y dos meses, el retrato que había hipnotizado la ausencia de mi madre, ahora se revelaba en un balcón del aeropuerto. Inmediatamente, cuando me encontré con una realidad distinta a la que había creado, insistí en recrear ese espacio cargado de gente extraña, como el lugar donde cesaría el hostil padecimiento que el norte había provocado con su dólar.

Entre tumultos de gente que gritaba y señores que se ofrecían a cargar los equipajes, pude apreciar que entre la puerta automática que se abría había una figura que se dirigía hacia nosotros. Confundida, absorta en la duda, nunca di un paso más allá de donde estaba parada, puesto que la figura que se iba acercando a mí tenía un semblante extraño, desconocido. Fue mi hermano quien me confirmó que era mi madre. Me mantuve paciente y muda, pero al mismo tiempo estaba absorta contemplando su tez tan clara— tan güera.

Sin límites ni distancia, por fin tenía frente a mí a mi madre. Me hundí en sus brazos y lloré. Sin embargo entre el llanto, noté que su aroma era diferente y que los brazos que me envolvían tenían un brío delicado. Ante esto, me estremecí y apreté mi rostro contra su cuerpo como un gesto de disculpa, quizá porque me causaba tanta tristeza y coraje que en un momento como ese yo estuviera localizando los cambios en mi madre.

Read about the unique class in which the author wrote the essay in the blog post, "A lot more connected, a lot less hopeless," or the article "Gangs, Deportation, and Something of a Second Chance," by teachers María Cristina Hall and Alina Bitran.


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